La palabra disciplina etimológicamente proviene del latín & 39;discipulus& 39; y significa imponer un orden necesario para poder llevar a cabo un aprendizaje. En la crianza y en la educación de los hijos la disciplina es no solo necesaria, sino imprescindible. Los padres y madres deben esforzarse en aplicarla de la mejor forma para que los hijos crezcan con una sana y fuerte autoestima.
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Ser padres es una tarea complicada y además nadie nos educa para serlo. Tener un hijo supone para los adultos convivir con dudas, incertidumbres, imprecisiones, etc. A parte de tener que lidiar con la intromisión y la opinión del entorno. Educar a nuestros hijos es un desafío que queremos hacer lo mejor posible.
¿Cuándo podemos comenzar a aplicar disciplina a nuestros hijos? Muchos padres piensan que sus bebés no pueden aprender o seguir ciertas reglas y se relajan en cuanto a la aplicación de normas en casa. Cuando el niño ya tiene 4 o 5 años, se ha hecho con el mando de la situación y cambiar su actitud o conducta es más complicado.
Estilos de crianza hay muchos: crianza respetuosa, crianza en positivo, crianza democrática, crianza autoritaria, etc. En esta ocasión nos vamos a centrar en conocer más la crianza intensiva, puesto que cada vez se escucha más hablar de ella. Mal empleada, esta puede provocar sobrecargar a los niños (y con ello, problemas de ansiedad y estrés), por lo que te damos algunas claves para acogerse a la crianza intensiva y beneficiarse de todas sus ventajas.
La palabra disciplina etimológicamente proviene del latín & 39;discipulus& 39; y significa imponer un orden necesario para poder llevar a cabo un aprendizaje. En la crianza y en la educación de los hijos la disciplina es no solo necesaria, sino imprescindible. Los padres y madres deben esforzarse en aplicarla de la mejor forma para que los hijos crezcan con una sana y fuerte autoestima.
A la hora de gestionar momentos complejos con nuestros hijos, en ocasiones podemos llegar a desesperarnos y a buscar agentes externos que apoyen nuestra labor, entrando en juego los premios y los castigos para los niños. ¿Qué alternativas respetuosas propone la Disciplina Positiva para no premiar y castigar a nuestros hijos y cuáles podemos incorporar nosotros como padres?
Los niños y las niñas necesitan límites para desarrollar de forma más plena su propia felicidad. Y es que, junto con las normas, son fundamentales para su bienestar emocional y para el resto de las personas con las que se van a relacionar. A continuación vamos a analizar una serie de pistas que nos ayudarán a poner límites a los niños desde la disciplina positiva, es decir, desde la amabilidad y la firmeza.
A muchos padres les cuesta mucho decir No a sus hijos, pero es algo necesario para la buena convivencia en la familia. Poner límites desde los valores y no desde el hecho en sí evita agobiar al niño con constantes reprimendas, pero además marcar límites a los niños incentiva su seguridad y mejora su autoestima.
Respeto mutuo, amor, límites, equilibrio, empatía, disciplina... Hay ciertas palabras que no pueden faltar en el vocabulario que compone la educación de nuestros hijos. Conjugarlas todas y construir la mejor crianza es una tarea muy complicada (y que aprendemos todos los días), sin embargo, es muy enriquecedora.
Si en algo coinciden pedagogos, psicólogos y sobre todos maestros, es que los niños y las niñas deben tener unas normas y límites claramente definidos. Esto les indica el camino y les hace saber por dónde pueden moverse y hasta dónde deben llegar, sin que por ello, alguna vez tropiecen en ese camino.
Hay dos cosas que preocupan a todos los padres: lograr que los niños sean felices y darles una buena educación, en todos los sentidos. Para conseguir ambas, son muy necesarios los límites ya que sirven de guía para los más pequeños. Pero, ¿cómo los podemos proponer de una manera respetuosa y eficaz? Hablamos con Marta Prada (guía Montessori, educadora de familias de disciplina positiva, y autora del libro & 39;Educar en la felicidad& 39;) para que nos cuente qué propone el método Montessori sobre cómo aplicar límites a los niños.
Sin lugar a dudas, uno de nuestros principales retos como padres es poner límites y proponer normas a nuestros hijos y encargarnos de que los respeten mientras nuestros lazos afectivos se mantienen fuertes y estables con ellos. Por supuesto, a medida que crecen, esta tarea se va volviendo compleja y empieza involucrar más elementos que cuando son más pequeños.
Una de las funciones más importantes que tenemos como padres es, sin duda alguna, la de poner límites a nuestros hijos. Y nos guste más o nos guste menos, lo cierto es que esta función parental al establecer normas es absolutamente imprescindible para que los niños y las niñas, de todas las edades pero también los niños de 7 años en los que en esta ocasión nos centramos, puedan desarrollarse adecuadamente y crecer seguros, sabiendo lo que pueden hacer o hasta donde pueden llegar.
Hemos llegado con nuestro hijo a la maravillosa edad de seis años. Cada vez alcanza nuevas metas y va madurando en todos los sentidos; definitivamente ya es un & 39;niño grande& 39;. Y por ello, podemos compartir con él nuevas actividades, tener pláticas más estructuradas, empezar en forma con deberes y temas de escuela y una infinidad de cambios más.
Muchos padres caen en la trampa de consentir demasiado a los niños y darles todo lo que ellos piden para que estos puedan ser feliz. Algunos creen que, de lo contrario, los pequeños podrían tener algún tipo de trauma en el futuro que desencadene en resentimientos hacia los padres por no dar & 39;suficiente afecto& 39;.
Si te preguntase qué has hecho cuando has visto las buenas notas que ha sacado tu hijo este trimestre, seguro que me dirías que darle algo que le haga ilusión como premio. Y si te dijera que qué has hecho cuando has visto que no ha recogido su habitación a pesar de que se lo has dicho varias veces, seguro que en tu respuesta se incluye la palabra castigo.
Ser madre o padre representa un cambio importante en la vida de uno. Un cambio no solo para los padres como también para el bebé, los hijos. Ambos crecen, aprenden, tienen que superar problemas y dificultades. Por ello, el primer año del bebé es una etapa muy especial y muy distinta a la del segundo año, cuando el pequeño ya empieza a dar sus primeros pasos, a moverse con más autonomía y a querer probar todo.
Parece que el sitio de los más pequeños en la sociedad en la que vivimos cada vez estaba menos claro, que sus necesidades se difuminan en la prisa en la que todos vivimos, y que su desarrollo y vitalidad se ralentiza por obstáculos que los propios adultos ponemos en su camino. Para lidiar con estos aspectos, propongo la crianza consciente, basada en la observación del niño y de su acompañamiento.