Los niños desde muy temprana edad se encuentran permanentemente en un proceso de aprendizaje de miles de temas, uno muy importante es el que tiene que ver con los comportamientos que son aceptables y los que no lo son. Una de nuestras tareas más retadoras como padres consiste, justamente, en irles marcando estos límites que ellos continuamente intentarán traspasar.
Categoría Conducta
¡No puedo con mi hijo!, ¡nunca obedece! ¡De verdad que lo hemos intentado todo, pero es inútil! Estas son algunas de las quejas más frecuentes de los padres. Una queja constante y diaria que acaban agotando su paciencia. ¿Por qué algunos niños son tan desobedientes? ¿Por qué un hijo sale obediente y el otro no?
Una de las principales preocupaciones de los padres cuando llevan a cabo la educación de su hijo son los momentos en los que el niño discute las normas o no hace caso de lo que se le pide. Cuando esto sucede, es importante que los padres sepan identificar cuándo se da una conducta desobediente para poder actuar en consecuencia y seguir con la educación de su hijo.
El valor del respeto que todos los padres intentamos trasmitir a nuestros hijos pasa porque nuestros hijos no sean agresivos, tienen un comportamiento correcto con los demás y, sobre todo, no agredan verbalmente a a otras personas. ¿Qué hacer si tu hijo te insulta o te maltrata psicológicamente? ¡Aquí encontrarás la respuesta!
Es normal que a lo largo del desarrollo evolutivo se puedan encontrar conductas desafiantes en niños. A menudo suele comenzar en edad preescolar y continua en la adolescencia si no es tratado. No tiene por qué ser un problema si los padres lo afrontan con calma y ponen límites que respetar.El tipo de comportamientos desafiantes que aparecen a lo largo de la evolución de los pequeños puede tomar diferentes formas, desde la pasividad extrema en la que el niño se mantiene inactivo sistemáticamente a la hora de obedecer, a otro tipo de respuestas como poder ser verbalizaciones negativas, accesos de cólera, discusiones con adultos, insultos, irritabilidad, o una resistencia agresiva.
¿Qué niño no se ha escondido alguna vez detrás de mamá o papá? ¿A quién no le han sacado los colores o ha sentido en sus mejillas el calor de la vergüenza? Y es que pocas personas se escapan de esta sensación desagradable que nos provoca esta emoción. Hablamos de la vergüenza y nos preguntamos qué pueden aprender los niños de esta emoción y qué función tiene esta dentro de la inteligencia emocional de nuestros hijos.
Los padres tienden a evitar cualquier sufrimiento o dolor a sus hijos, precisamente por el amor que les tienen. Por eso, cuando se habla de la emoción de los celos ante el nacimiento de un hermanito o cualquier otro cambio, la tendencia es la de estar alerta y evitar el problema. Sin embargo, permitir que lo experimenten y guiarles para no retrasar el aprendizaje es muy importante.
Ser tímido es un rasgo de nuestra personalidad que se debe al conjunto de factores hereditarios y del entorno donde nos criamos. La timidez se puede presentar en mayor o menor grado cuando somos niños.La timidez hace que los pequeños puedan experimentar incomodidad, e incluso aprehensión cuando viven situaciones nuevas que se dan fuera de su entorno.
Cuando nuestro hijo está especialmente cansado, irascible, inapetente, y cambia bruscamente de estado de ánimo, tal vez sufra sin saberlo, estrés. El estrés infantil está asociado con algún cambio en su vida que desbarata su orden. No tiene por que ser un cambio aparentemente grande. Por ejemplo, la llegada de un hermano, puede ser suficiente.
La vergüenza es un sentimiento complejo porque tiene un componente multifactorial. Cuando nos referimos a componente multifactorial queremos decir que su origen y mantenimiento en el tiempo depende de varias causas. Como toda emoción (con sus correspondientes cambios físicos y conductuales), la vergüenza de los niños también tiene un origen en el cerebro, y determinadas regiones son las encargadas de desencadenar dicha reacción.
El ser humano es inconformista por naturaleza, en muchas ocasiones se queja de lo que tiene y quiere y desea lo que no tiene. Por eso, es frecuente que muchos padres no sepan cómo gestionar las quejas de los niños, sobre todo cuando estas son continuas.Sin embargo, no podemos olvida que, por un lado, esta postura frente a la vida puede ofrecernos diferentes alternativas que darán un resultado agradable o desagradable en función de nuestra respuesta frente a estos hechos; es decir, si me posiciono en la protesta o queja y tengo una actitud pasiva o si me posiciono en la aceptación de mi propia realidad y elijo adoptar una posición de proactividad y mejora de lo que tengo.
Que los niños sientan alguna vez vergüenza no es malo. Descubre el lado positivo de que los niños experimenten vergüenza y lo que pueden aprender de ella de la mano de la psicóloga Begoña Ibarrola. Además, te damos consejos para que como padre y madre ayudes a tu hijo a gestionar esta emoción.La vergüenza es una emoción social, es decir, se aprende, no nacemos con la vergüenza.
Entender qué es la vergüenza y cuáles son sus componentes nos permitirá ayudar a los niños vergonzosos a gestionar esta emoción que aparece por primera vez de los 18 a los 24 meses y que se va desarrollando a lo largo de toda la niñez.La vergüenza hace que los niños sientan rabia, frustración, tristeza o decepción al verse en una situación que nos incomoda cuando creen que otros nos juzgan y evalúan.
La timidez y la vergüenza de los niños no aparece hasta los 2 años. A partir de esta edad, el niño empieza a ser consciente de que los demás evalúan sus acciones y que pueden darse cuenta de sus errores e incluso reírse de él, por lo que empiezan a sentirse avergonzados.A los 3 o 4 años de edad, los niños dan mucha importancia a la opinión de los demás y ante personas o situaciones nuevas o distintas de su entorno familiar más cercano, que le proporciona seguridad, pueden sentirse incómodos.
Ya pasaste por la crisis de los 2 años... y sobreviviste. Sin embargo, también es común hablar de la crisis de los 7 años, si bien hay niños que pasan por ella un poco antes, a los 6 años. La infancia de nuestros hijos está repleta de ajustes y reajustes. De desequilibrios, inseguridades, avances y retrocesos.
Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sentido de vergüenza o timidez. Dependiendo de la situación que se produzca, ha sido más o menos desagradable, pero gracias a las herramientas que hemos adquirido según hemos ido creciendo, hemos sabido reaccionar. Que los niños sientan vergüenza no es malo, pero debemos enseñarles a gestionarla según su forma de ser.
Todos los niños tienen su propia personalidad. Los hay que son extrovertidos, pero también hay niños tímidos, revoltosos o tranquilos. Sea cual sea su manera de ser, los adultos no deben intentar forzar la manera de comportarse de los pequeños.A lo largo de su desarrollo los niños van cambiando su manera de reaccionar ante las situaciones.
Hace unos días llegaba a nuestro sitio una consulta de una madre con la que me siento muy identificada. & 39;Mi hijo de 6 años es un amor con su padre, pero conmigo se porta mucho peor, incluso me pega y se enfada mucho. ¿Algún consejo?& 39;.No sé si también a ti te ha pasado o en estos momentos estás viviendo algo parecido, pero tengo buenas noticias: sabemos por qué los niños se comportan distinto con el padre que con la madre.
¿Quién dirige el rumbo de nuestra vida? ¿Quién determina nuestra personalidad? ¿Quién decide que seamos como somos? Las emociones. Sin duda, las auténticas capitanas de nuestra nave. Las emociones llegan de golpe. Nacen con nuestro hijo. Son las que le darán las herramientas perfectas para hacer frente a todo tipo de situaciones, y le impulsarán a actuar, a reaccionar y a dar respuestas.
Todos conocemos a ese niño impertinente que lo sabe todo, que no deja hablar, que no escucha, que no acepta reprimendas, que tienen faltas de respeto con los adultos y pequeños... Un niño con estas actitudes es un desafío para los padres. En muchos casos los niños muestran actitudes tan inteligentes que incluso cuesta ver la impertinencia, y es allí donde se pierde el norte de la educación, dejando que pequeñas actitudes transformen a tu pequeño en el ‘típico niño molesto para los demás’.
Aprender el valor del respeto hacia uno mismo y a los demás es uno de los aprendizajes de interacción social más importantes que cualquier niño o niña debe realizar desde su más temprana edad. El respeto es la base para una correcta convivencia y no cabe duda de que es en la familia donde se construyen sus cimientos.