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Parece que el sitio de los más pequeños en la sociedad en la que vivimos cada vez estaba menos claro, que sus necesidades se difuminan en la prisa en la que todos vivimos, y que su desarrollo y vitalidad se ralentiza por obstáculos que los propios adultos ponemos en su camino. Para lidiar con estos aspectos, propongo la crianza consciente, basada en la observación del niño y de su acompañamiento.
En esencia, la crianza consciente es a la vez un viaje y un ejercicio de introspección, es tomar la decisión de detenernos a considerar el cambio que supone incorporar un nuevo miembro a nuestra familia.
En el ritmo vertiginoso que la sociedad actual nos impone, y pese al sacrificio y la entrega de las familias, se pierden de vista en ocasiones las necesidades de los más pequeños, porque les incorporamos a nuestro propio ritmo de vida, a nuestra prisa.
Por otra parte, es también común que no observemos al niño o niña que tenemos a nuestro lado, que no nos detengamos a conocer cómo son, y que sin embargo proyectemos en ellos la imagen ideal del niño o niña que queremos tener.
De estas observaciones parten las raíces de la crianza consciente, cuyos pilares son:
1. La observación
Es la actitud de partida para conocer a los más pequeños, observarles mientras juegan, mientras se relacionan con el mundo. Prestar atención a sus frustraciones sin facilitarles el éxito ni evitar el fracaso, comprobar su reacción frente a los estímulos, atender sus ritmos… No hay actividad mejor en la que invertir el tiempo de calidad del que dispongamos para disfrutar con ellos.
2. El acompañamiento
Acompañar es estar al lado del niño sin intervenir. No significa atender todos sus deseos tan pronto los expresan, sino descubrir sus necesidades y satisfacerlas para que se sientan queridos y seguros, dentro de unos ritmos y límites sanos y acordes con la familia a la que pertenecen.
Las necesidades básicas de un niño son: alimentarse de forma saludable, descansar el tiempo necesario, estar y sentirse limpio, disfrutar de un entorno seguro y JUGAR. Acompañarlos, en los espacios y tiempos en que estas necesidades se desarrollan y cubren, es nuestra labor fundamental.
3. El juego libre
El juego es la piedra de toque, la herramienta fundamental para acompañar a los niños y niñas entre 0 y 7 años. Un juego libre, a través del cual empezarán a relacionarse con el mundo y con las personas que les rodean. Un juego libre, pero no por ello caótico, sino acorde a sus aptitudes y habilidades, a sus ritmos.
Desde esta base se establece el conocimiento de cómo es cada niño y niña en su esencia.
Este es el punto de partida para que cada familia, en su singularidad, construya un entorno común, al que incorporar a esta nueva personita. Y es muy importante que las familias descubran que no están solas en esta tarea. Es nuestra labor como educadores resolver las dudas que las familias nos presentan, acompañarlos en sus debilidades personales y en su inseguridad a la hora de adaptarse a la realidad de tener un nuevo miembro en sus vidas, que sufren un cambio de 180 grados.
Y es una maravilla ser testigo de la humildad que tienen muchas familias a la hora de reconocer sus dificultades, inseguridades y dudas, y de acudir a quien sabe más – bien sea el pediatra o el educador – a la hora de resolverlas. Este es sin duda la mejor recomendación para construir una crianza consciente.
En lo que respecta a los educadores, independientemente de la vertiente educativa en la que se haya basado su formación, entendemos que las habilidades en las que apoyarse para acompañar a las familias en la crianza y desarrollo de sus hijos e hijas no son otras que la observación, la comunicación efectiva y la no intervención. Transmitir a las familias los resultados de la observación e interacción con su hija o hijo, teniendo en cuenta la esencia y singularidad de cada familia y que la adaptación de unos y otros tiene su propio ritmo, requiere su propio tiempo y tiene una dirección única y personal.
Si nos detenemos a observar, fijándonos en lo que necesitan los niños y niñas de hoy, no en sus deseos ni en lo que nosotros queremos para ellos, y dedicamos el tiempo del que dispongamos (sin exigencias ni presiones propias o externas) a acompañarlos en su camino, todo será más fácil, e irá bien.
Joaquín Ortega, pedagogo
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