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Como padre, seguramente alguna vez te has hecho la siguiente pregunta: '¿Por qué tengo que jugar con mi hijo?' A lo que yo te podría responder: '¿Y por qué no hacerlo?'. Esto es lo que se gana y se pierde cuando los padres juegan con sus hijos. Léelo y ¡tendrás la respuesta a tu cuestión!
Seguro que se han visto ustedes alguna vez en la siguiente situación. Más de uno, o una, ha llegado a casa cansado de trabajar después de un día duro. En sus cabezas no paran de pulular, como si de un carrusel se tratara, miles de preocupaciones, facturas, tareas. Sin margen para desprendernos de ellas nos encontramos que además nos están esperando la lavadora, la comida del día siguiente, la plancha...
Entre esa vorágine de pensamientos, que algunos requieren de una solución inmediata, se les cuela sin previo aviso una voz aguda, intensa, percutora, infantil. Este sonido proviene de alguno de sus hijos, que contentos por volver a verles, les manifiestan su cariño a la vez que les reclaman un poco de atención y tiempo. En ese instante, de sus bocas se desliza una frase con la que no contaban: '¡Papá!, ¡Mamá! ¿Quieres jugar conmigo?' Tanto para los que han decidido seguir con sus preocupaciones de adulto como para los que ya están rodando por el suelo, aquí van una serie de consideraciones.
- Jugar supone compartir y pasar tiempo en familia
Se participa de una actividad lúdica que nos divierte a todos y nos permite, por un rato, alejarnos de la rutina y de la carga de obligaciones que nos atrapa diariamente. A través de la interacción con nuestros hijos en el juego, éstos, nos ven desempeñando un papel más desenfadado y jovial, diferente al que están acostumbrados por la tensión de nuestras obligaciones y cargas diarias. Se trata de cargar la mochila de emociones positivas, de vivencias agradables y divertidas, de estímulos positivos que tal vez nos hagan falta en futuros momentos más tensos.
- Jugando se igualan las fuerzas
Las reglas son iguales para todos, es más, ahora el niño puede ser el que lleve la voz cantante explicando y organizando el sentido del juego y dirigiendo la partida, lo que le da la posibilidad de ponerse en el lugar de los padres y valorar los pros y los contras que supone tener una responsabilidad. Es conveniente dejarles libertad para que ellos dirijan intentando no imponerles la forma de jugar.
En algún momento a los adultos nos puede resultar aburrido jugar siempre a lo mismo con ellos. El niño tiende a repetir los mismos juegos y acciones, entre otras cosas, porque le proporcionan placer, le da seguridad y le ayuda a afianzar sus potenciales. En estas ocasiones no hay que meterles prisa, es mejor tener paciencia y que sean ellos libremente quienes cambien de actividad.
- Jugar es comunicarse y expresarse
Jugando somos observadores en primera línea de la evolución de nuestros hijos. Vemos cómo adquieren vocabulario, cómo se las apañan para decirnos lo que necesitan cuando el juego se complica y, en este sentido, es muy bueno no darles la solución enseguida ni hablar por ellos, sino dejarles tiempo para pensar y que expresen lo que desean para que vayan ganando en autonomía comunicativa. De una manera indirecta, podremos también modular y rectificar lo que dicen y cómo lo dicen.
La comunicación no verbal también es importante y el juego es una buena ocasión para conocer a los niños observando aquellas conductas que nos dan información sobre ellos. En este sentido podemos darnos cuenta de la atención que le prestan al juego, de si se dispersan con facilidad, de cómo llevan el turno de espera, de si son niños inquietos o tranquilos, etc.
En ocasiones jugando con nuestros hijos observamos que enseguida se pueden frustrar y abandonar el juego porque han encontrado una dificultad. Es un buen momento para darles la oportunidad y ayudarles para que resuelvan esos problemas, para que piensen y encuentren una solución por sí mismos que les permitan avanzar y evolucionar. De esta manera estamos trabajando con ellos que no bajen los brazos ni se den por vencidos en el momento en el que se encuentran con un obstáculo, lo que seguro les ayudará en otros contextos y situaciones.
En un juego es importante seguir un mínimo de reglas, especialmente en niños que ya se están haciendo mayores. Con ello se están ajustando a unos patrones de comportamiento social donde prima el respeto, el valorar los derechos del otro, aprender a aceptar que hay situaciones que no siempre van a ser beneficiosas y también, por qué no, hacerse valer ante los demás.
Jugando con ellos, y relacionado con lo anterior, está el hecho de lo importante que es estar en primera línea cuando a nuestro hijo le toca perder y ver cuál es su reacción, su tolerancia a la frustración. Es interesante hacerle ver, in situ, que la derrota es algo inherente al juego y que una nueva partida supone otra oportunidad en la que intentarlo y progresar. Del mismo modo, el respeto al contrario cuando se gana, la humildad y el compañerismo son bazas importantes a tener en cuenta en este proceso de juego y aprendizaje.
Observar cómo juegan nuestros hijos permite analizar su capacidad de imaginación, su desarrollo de la fantasía, del libre pensamiento; pero también de sus miedos, de sus preocupaciones, de sus anhelos. Estando cerca en ese momento tal vez nos haga comprender comportamientos a los que antes no le dábamos importancia o no le encontrábamos explicación.
Jugar con ellos es una ocasión magnífica de fomentar la igualdad de género, evitando jugar a juegos estereotipados —solo para niños o solo para niñas— La participación conjunta sin diferencias, el trato justo en el desarrollo del juego o la igualdad de oportunidades resulta un aprendizaje riquísimo que se va a extrapolar a otros contextos y que los niños han de naturalizar lo antes posible.
La responsabilidad es otro tema a destacar. Tras jugar es el momento de recoger, hay unos mínimos que mantener como son el orden o la limpieza y respetar la armonía de un espacio común que se comparte dentro de casa. Es importante que el niño vaya concienciándose de un sentido de pertenencia por lo que son sus cosas, lo que le lleva a responsabilizarse por su buen estado. Pero tan importante como este hecho destacaría el valor emocional que lleva implícito el hecho cuidar los juguetes. Esto está relacionado con la oportunidad de generar nuevas oportunidades para disfrutar del juego y del placer de hacerlo al lado de sus padres.
Así pues cuando las obligaciones se lo permitan, jueguen con sus hijos, y cuando lo hagan, no se olviden de disfrutar y de recoger después.
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