Cuentos infantiles

El erizo Pinchón. Bonito cuento corto sobre las rabietas de los niños

El erizo Pinchón. Bonito cuento corto sobre las rabietas de los niños

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Las rabietas de los niños pueden resultar desesperantes para los padres. Lloros, pataletas, gritos... y tu hijo que no atiende a razones. Acompañar a los pequeños y ayudarles a entender emociones como la ira, el enfado o la frustración es importante, y lo podemos hacer a través de un cuento corto como este, titulado 'El erizo Pinchón'. Te invitamos a leerlo, a reflexionar con tus hijos sobre ello y a plantearles algunas preguntas de comprensión lectora sobre el relato.

Pinchón era un erizo muy amoroso. Era amable, cariñoso… Todo el mundo quería a Pinchón.

Por las mañanas rara vez se despertaba de mal humor: abría despacio los ojos, veía a su mamá, y de un brinco la abrazaba y se quedaba en su regazo un largo rato. Le gustaba jugar a imaginar que era otros animales imitando todos sus sonidos, incluso los gruñidos más extraños. También le encantaba perseguir corriendo a su pelota de color azul o hacer pompas gigantes de jabón cuando su papá lo bañaba por las noches.

Un día, Pinchón se despertó por la mañana con una sensación extraña… Abrió sus ojos despacio, como siempre, y vio que el cielo estaba muy nublado. Se levantó sintiendo su cuerpo muy pesado y al ver a su mamá acercarse le preguntó:

- ¿Mamá, puedo desayunar de esos ricos frutos tan rojos que a veces traes?

- No hay frutos rojos, Pinchón, está llegando el frío invierno.

Pinchón frunció el ceño. De repente, no le apetecía hacer gruñidos de animales, ni estar con su mamá. Desayunó de mala gana y observó con sorpresa de una de sus púas se había puesto muy tiesa, como las espinas de los rosales tras los que a veces se escondía.

Frunció aun más el ceño…

- ¡Qué es lo que pasa con esta púa!

¡ZIIIIIIIIIIIP! ¡Otra púa tiesa como la primera!

Pinchón empezó a enfadarse de verdad. No sabía bien por qué, pero notar esas púas tan tiesas le hacía fruncir más y más el gesto de su carita y hacer que más púas se erizaran.

De repente y sin poder parar, todas las púas de su cuerpo se pusieron firmes como soldaditos. ¡¡Algunas, incluso, salían disparadas!!

Echó a correr, rabioso. Pinchó su preciosa pelota azul con esas púas tan puntiagudas.

- ¡Noooo! ¡Mi pelota!

Su mamá acudió a darle un abrazo, pero cuando intentaba acercarse se hacía mucho daño y tenía que echarse para atrás.

Pinchón lloraba desconsoladamente. No podía jugar, no podía abrazar a su mamá… si seguía así hasta por la noche ni siquiera podría jugar a hacer pompas con su papá. Él quería hacer todas esas cosas, pero las púas simplemente no le dejaban.

Pasó un rato que se le hizo interminable. Intentó abrir mucho los ojos, hinchados del llanto. Vio su pelota azul destrozada y a su mamá mirarle con cara de preocupación. Levantó uno de sus deditos y aplastó una púa de su cabeza. Observó que la púa no volvía a saltar, de modo que aplastó otra púa, esta vez de su costado. Fue aplastando unas cuantas más y, como por arte de magia, el resto de las púas se suavizaron poco a poco. Dejó de llorar, se secó las lágrimas y miró a su alrededor. Todo estaba en calma y pudo verlo todo con más claridad.

El abrazo de su mamá fue el más cálido y tierno que se pueda imaginar:

- ¿Ponemos un parche a tu pelota azul?

Las rabietas forman parte del desarrollo de la personalidad. Es difícil lidiar con las frustraciones y es un aprendizaje fundamental cuando somos niños porque, desgraciadamente, las cosas no siempre son como queremos que sean.

Cuando los niños son muy pequeños y aun no pueden expresarse a través del lenguaje, las rabietas se convierten en su forma de hacernos notar su frustración o su disgusto. Pero las rabietas no las presentan solo los bebés: incluso en los primeros cursos de primaria, cuando los niños dominan el lenguaje a la perfección, hay niños que siguen teniendo este tipo de episodios porque están en una fase en la que aún no manejan bien sus decepciones, sus fallos o sus fracasos.

Es importante que los niños aprendan a autorregularse y sobreponerse por sí solos de estos lances, y ponerle palabras o verlo a través de juegos, cuentos o ejemplos, les ayuda a proyectar lo que les pasa. Por ello, en el trabajo de comprensión proponemos tanto preguntas relacionadas con la atención a la lectura como cuestiones que ofrezcan un pequeño espacio de reflexión en torno a las rabietas.

A continuación te proponemos algunas preguntas de comprensión lectora que te permitirán saber si tu hijo ha entendido y prestado atención al cuento, pero también te ayudarán a hacer reflexionar a tu pequeño sobre emociones como la ira y la frustración.

1. ¿A qué le gustaba jugar a Pinchón?

2. ¿De qué color era su pelota?

3. ¿Dónde estaba la primera púa que Pinchón consiguió tumbar?

4. ¿Por qué crees que a Pinchón se le erizaron todas las púas?

5. ¿Crees que lo que le ocurrió a Pinchón fue culpa de alguien?

6. ¿Alguna vez te has sentido como Pinchón y has roto algo que te gustaba mucho?

7. ¿Qué crees que hay que hacer cuando te pasa lo que le pasó a Pinchón?

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