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Cómo dar frutos secos a los niños sin miedo a que se atraganten

Cómo dar frutos secos a los niños sin miedo a que se atraganten

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Al alcanzar los 6 meses de edad, con el inicio de la alimentación complementaria, los bebés comienzan a probar poco a poco diferentes alimentos. El orden es completamente irrelevante y, de hecho, debería variar entre las familias, ya que la idea principal es que, probando estos alimentos, el bebé se prepare para participar de los menús habituales de su propia familia. ¿Qué pasa con las nueces o los pistachos? ¿Cómo dar frutos secos a los niños sin miedo a que se atraganten?

Durante los últimos 50 años, las recomendaciones han variado tanto que la manera en que nos alimentaron nuestros padres y abuelos poco o nada tiene que ver con lo que nosotros haremos con nuestros pequeños. A día de hoy, están perfectamente establecidos dos conceptos principales:

- Que una introducción temprana de los sólidos no beneficia al bebé.

- Que a partir de los 12 meses, el bebé puede comer prácticamente lo mismo que un adulto, siempre respetando los alimentos alergénicos en el caso de niños con antecedentes familiares de alergias.

Sin embargo, cuando hablamos de la introducción de los frutos secos, el tema genera gran controversia. Para empezar, la tendencia más extendida en nuestro país es la alimentación a base de purés y triturados, por lo que el bebé no tiene la necesidad de masticar, y, por tanto, no aprende a hacerlo. Si bien esta tendencia está cambiando, durante años se ha mantenido como la única forma de alimentar a los bebés, alargando la etapa de los triturados innecesariamente incluso hasta más allá de los 2 años.

Los frutos secos como tal no tienen cabida en esta dieta, ya que el bebé sería incapaz de gestionar su masticado. En este caso, añadirlos en el puré puede ser una posibilidad, aunque, dada la naturaleza grasa de este alimento, solo deberían añadirse en sustitución de la cucharadita de aceite de oliva en crudo que suele añadirse al puré de verduras.

Si la alimentación ha sido regulada por el bebé, será la confianza de los padres en las habilidades de masticación de su pequeño la única pista para asegurar que está preparado para comer frutos secos. Es muy difícil establecer una edad concreta, ya que, dependiendo de cada niño, puede variar entre los 18 meses y los 5 o 6 años, incluso más si el niño tiene alguna dificultad añadida.

Los frutos secos son unos de los alimentos que presentan una mayor concentración de nutrientes relacionados con el cerebro o la memoria, haciéndolos ideales en la infancia, momento en el que el aprendizaje es máximo.

Concretamente, contienen ácidos grasos insaturados, vitaminas liposolubles (A, D, E y K) y oligoelementos, que son nutrientes esenciales fundamentales para un buen crecimiento y un óptimo desarrollo intelectual. Estos nutrientes son aquellos que, si bien son indispensables para el óptimo funcionamiento de los órganos del cuerpo, el organismo no puede sintetizarlos por sí mismo y deben proporcionarse a través de la dieta.

Los ácidos grasos omega 3 son los ácidos grasos esenciales que se encuentran en los frutos secos. Los más importantes en la dieta infantil son el ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA), cuyas funciones están relacionadas con el desarrollo del cerebro y la vista, además de ser clave el buen funcionamiento de los sistemas de comunicación entre las neuronas y las células.

De entre los minerales, destaca el contenido en selenio, importante por su vinculación al sistema inmune gracias a su poder antioxidante, y relacionado con la absorción de la vitamina E, y en cobre, que potencia la absorción de hierro ya que facilita su transporte y la absorción de la vitamina C, estrechamente relacionada con la absorción de este mineral.

Además, el cobre participa en la formación de la hemoglobina, y es fundamental para el desarrollo y mantenimiento de estructuras óseas, tendones, tejido conectivo y el sistema vascular, formando parte también de diversas unidades enzimáticas.

Los frutos secos contienen además zinc, un mineral ampliamente distribuido en el organismo, necesario sobre todo para el mantenimiento de las células intestinales, para una buena salud ósea y para un buen funcionamiento del sistema inmunitario; y magnesio, que además de ser clave para huesos y dientes, es vital para la transmisión de los impulsos nerviosos, la contracción y relajación de músculos, el transporte de oxígeno y el funcionamiento de numerosas enzimas.

Teniendo en cuenta la relación entre el aporte de micronutrientes (vitaminas y minerales) y su contenido calórico (principalmente el aporte graso), los frutos secos más saludables no son los cacahuetes, tan ampliamente extendidos, sino las castañas, las avellanas y las almendras, seguidos de los pistachos y las nueces.

Y ahora que ya conoces tanto los beneficios de los frutos secos como la forma más correcta de introducirlos a la dieta de los niños, toca ponerse manos a la obra. Aquí tienes algunas recetas elaboradas con el ingrediente estrella de hoy: los frutos secos.

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