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El poder de la filosofía hygge para que los niños se sientan queridos y respetados

El poder de la filosofía hygge para que los niños se sientan queridos y respetados

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¿Qué pasaría si un día decidieras parar? Si dijeras adiós a las prisas y al estrés y empezarás a disfrutar más de la vida y de los pequeños detalles que nos ofrece y que muchas veces no valoramos. Todo eso reforzaría mucho a las personas y a su entorno y, sobre todo, tendría un montón de beneficios para la vida familiar y para nuestros hijos. Descubre el poder de la filosofía hygge para que los niños se sientan queridos y respetados.

La filosofía hygge, un término danés que traducido al español significa 'comodidad', hace referencia a una corriente de wellness o bienestar que persigue vivir de una forma relajada, disfrutando de cosas o experiencias sencillas pero muy valiosas para el bienestar espiritual, como compartir tiempo con los amigos, disfrutar de un buen libro en un entorno agradable (por ejemplo un sofá con una manta y una infusión caliente) o simplemente sentarse a contemplar las vistas y disfrutar de ellas viviendo el presente, el ahora, ese que pasa cada día por delante de nosotros como un rayo, oculto entre el mañana y las cosas por hacer.

Es seguro, como afirman desde diferentes tribunas, que esta situación de crisis sanitaria va a implicar cambios a muchos niveles de nuestra vida. Durante el confinamiento, nos va a obligar a probar aquello del teletrabajo, que tantos recelos despierta; pero también nos va a obligar a conciliar, sin ayuda, sin excusas, estando con tus hijos en los momentos que lo precisen al 100 %, sin distracciones y siendo plenamente conscientes del ahora.

Los padres no somos amigos de nuestros hijos. Nuestro papel no es ese; sin embargo, y aunque ellos no lo perciban, ejercemos una labor mucho más importante, que es darle refugio y seguridad emocional en su día a día. Ofrecerles un entorno estable al que quieran volver siempre; eso es precisamente hygge: hacer que se sientan queridos y respetados junto a nosotros para que cuando crezcan se conviertan en adultos felices.

Por eso, la falta de actividades sociales puede ser una ocasión única para enseñarles a jugar a las cartas, por ejemplo, o a otro juego de mesa que permita disfrutar del momento, en calma, sin prisas. Enciende unas velas, prepara un chocolate caliente y disfrutad de unas horas en los que los protagonistas seáis vosotros.

Hasta ahora estábamos acostumbrados a ir corriendo por la vida. Siempre había cosas por hacer, mil mensajes que leer y montones de planes para aprovechar. No hemos permitido que nuestros hijos se aburran, que aprendan a estar en un sitio sin hacer nada dejando volar su imaginación, y muchas corrientes psicológicas nos advertían de que esto no es bueno.

Pero lo malo es que en cierto modo los hemos arrastrado a este a este estilo de vida, dejándonos llevar por nuestros intereses. ¿Cómo podemos revertir esta tendencia? Aprovechemos estos días para bajar el ritmo y aprender (y enseñarles) a vivir de otra manera.

1. Deja el móvil a un lado
La hiperconexión, tan necesaria estos días, no nos permite ESTAR en mayúsculas con nuestros hijos. Aprovechemos estos tiempos de saturación informativa para hacernos un doble favor: aprovechar los beneficios que la desconexión tecnológica va a tener sobre nosotros y poner todo nuestro foco en los niños. Habla con ellos, escúchalos, aprender a ver qué les inquieta y aconséjales. Dialoga. Le estarás dando refugio emocional y un regalo único.

2. Jugad en familia
Desempolva juegos de mesa y dedica a tiempo a jugar con ellos. ¿Qué tal enseñarle a jugar a la Brisca o al Tute? Son juegos sencillos y fáciles que os regalarán momentos únicos alrededor de una mesa. Jugar a las cartas les puede enseñar a enfrentarse a la frustración (unas veces se gana y otras se pierde) y, a colaborar con otros por el bien común, como en el Bridge.

3. Disfrutad de la naturaleza
No hace falta ser un senderista experto o irse de acampada todos los fines de semana para aprender a disfrutar de la naturaleza. La naturaleza se abre paso en todas partes: estamos rodeados de parques con árboles y pequeña fauna urbana que podemos enseñarles a observar. Si quieres dar un paso más, puedes hacer rutas senderistas adaptadas a su edad y mostrarles que las cosas sencillas, las que ofrece la naturaleza, son las más bonitas (bellotas, setas, piedras, hojas… la belleza está en cualquier parte, pero hay que aprender a observarla). Y si no puedes salir de casa, cultiva tu propio huerto: planta legumbres, semillas como chía (puedes añadir los brotes a la ensalada) o tratar de cultivar las semillas de los pimientos, y observar día a día como crecen… así desarrollarán la paciencia y aprenderán que lo inmediato (a lo que están tan acostumbrados) no es siempre lo mejor.

4. Crea momentos y rincones de tranquilidad
Aprovecha la falta de prisas para disfrutar todos juntos de un buen libro, ¿por qué no preparas un sillón o un espacio especial en alguna habitación para que leer de forma relajada y aprender en familia a disfrutar del tiempo en calma, a disfrutar del ahora? Es básicamente lo que hacíamos nosotros de niños… Y es que nosotros, los niños de los 70 y los 80 vivimos una infancia hygge sin saberlo… ¿verdad?

5. Cocinad en familia
La forma en la que nos alimentamos es un punto importante del hygge, ya que está íntimamente relacionada con nuestro bienestar. Cocinar con calma, con ingredientes de calidad, despacio, sin prisas y disfrutando de cada paso: observar cómo sube la masa del pan, o como fermenta la leche par transformarse en yogur… en definitiva, disfrutar de la cocina para aprender a comer mejor y a disfrutar de un momento que habitualmente hacemos corriendo.

Disfruta del momento, haz que vaya más despacio disfrutando del ahora. Cuida tu entorno, no hace falta hacer una gran reforma (en los detalles está la magia), respira y vive en calma y recuerda que los importantes sois vosotros.

Texto inspirado en el libro Despertando a la vida, de Carlos Giménez Borrajo.

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