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Cuando nuestro sitio me propuso hablar sobre mi primer Día de la Madre, me quedé perpleja. ¡Ni siquiera me había dado cuenta de que se acerca el gran día! Entre ser madre primeriza de una maravillosa bebé, el trabajo, el confinamiento y el día a día… ¡se me había pasado por completo! Sí, este año celebro mi primer Día de la Madre con mi amada hija y hasta ahora que me he detenido a ponerme a escribir, no he podido reflexionar qué significa para mí.
La verdad es que los últimos años el Día de la Madre siempre ha supuesto un día un tanto agridulce. Por un lado, vivo lejos de mi tierra natal, España, por lo que nunca tengo la oportunidad de darle un abrazo a mi madre en este día tan especial.
Las videoconferencias son siempre una vía de cariño y una forma de disfrutar, aunque sea un poquito, de mi madre, pero, seamos sinceros, no es lo mismo que tener la oportunidad de darle un abrazo 'de verdad', un abrazo en carne y hueso. Por otro lado, soy mamá de corazón, osea, 'madrastra', y además una muy presente, por lo que este día a veces se ha convertido en ocasiones más en un amasijo de emociones que en otra cosa.
La sociedad no suele tener en cuenta a las familias distintas a las tradicionales, por lo que, que yo sepa, no existe un día de la madrastra, ni siquiera se plantea un agradecimiento como tal hacia esta figura. Ser mamá de corazón no es nada fácil, pero es que ser hijo de corazón tampoco, por lo que la celebración del Día de la Madre en estas circunstancias siempre ha sido algo complicada.
Siempre hemos buscado soluciones, en función de lo que mi hijo ha deseado cada año. Unas veces hemos celebrado un día antes, otras veces el Día de Madre en España (que es el primer domingo de mayo, mientras que en México es el 10 de mayo), y en alguna ocasión he tenido la oportunidad de celebrarlo con él el propio día. Sinceramente, entre unas cosas y otras, aprendí a tratar de no darle demasiada importancia, para que el proceso fuera un poco más fluido.
Sin embargo, este año todo ha cambiado. ¡Celebro por primera vez el Día de la Madre con mi pequeña! ¡Qué ilusión! Y encima, lo puedo celebrar por partida doble: el Día de la Madre en España y en México (algo bueno tenía que tener vivir entre dos mundos). Y esto me lleva a reflexionar sobre lo que siento, sobre lo que en estos meses han significado ser madre para mí e incluso sobre lo que significa ser hija.
La maternidad ha aportado otra dimensión en mi perspectiva como hija. No es que me considere una mala hija, pero realmente creo que antes quizás no tenía la capacidad de apreciar al completo todo lo que mi madre ha hecho por mí.
Nunca me había parado a pensar en todo el proceso de cuidado cuando era un bebé. La capacidad de dejarte a una misma en un segundo plano para cuidar de tu bebé es inmensamente poderosa. Nunca me había parado a imaginar a mi madre haciendo el esfuerzo que tuvo que hacer para criarme a mi hermana y a mí, porque realmente nunca lo había vivido.
No quiero decir con esto que las madres no deben también ocuparse de sí mismas, pero realmente en la maternidad hay momentos en que no puedes evitar pensar única y exclusivamente en tu bebé (supongo que es un proceso biológico, sobre todo en los primeros años).
Cada vez que paso horas con mi bebé en brazos porque no quiere dormir en la cuna; cada vez que me despierto en las noches para amamantarla; cada vez que me da un vuelco al corazón cuando le pasa algo; cada vez que me preocupo si su popó le huele diferente; si tiene un día raro y llora, si se muerde demasiado la mano; cada vez que se me ablanda el corazón al verla reír y pienso que la quiero hacer feliz toda la vida… Ahora soy consciente de que todos esos sentimientos también los tuvo mi madre conmigo.
Nunca antes me había sentido tan agradecida con mi madre, nunca antes me había sentido tan unida a ella y nunca antes había apreciado tanto al completo su labor como madre. Para mí, mi madre siempre ha sido una mujer luchadora y trabajadora, y siempre la he admirado por ello. Ahora también la admiro por ser madre, simplemente eso, MADRE
Todavía mi bebé es demasiado pequeña como para entender qué es el Día de la Madre. Ella solo sabe que necesita a su mamá y, principalmente, debe de saber que soy la que le da de comer, la que le permite la subsistencia de vida y la que siempre ¡siempre! Estoy ahí para lo que sea: desde un cariño hasta cuidarla si se enferma (sin menospreciar a su papá, claro).
La verdad es que estoy viviendo el proceso de la maternidad de una manera muy intensa. Supongo que para gran parte de las madres es así. Convertirme en MADRE, con mayúsculas, está significando todo un cambio dentro de mi ser. De repente, tu vida cobra un sentido diferente, tu hija es el motor principal de tu vida y te das cuenta de que siempre será así.
Soy de las que defiende que las mujeres no solamente somos madres, pero realmente convertirme en mamá ha supuesto un cambio esencial en mi manera de percibir y sentir el mundo, mi mundo. Ahora me doy cuenta de que esta sensación será para toda la vida, y la disfruto en cada momento. La gente me suele decir que el primer año es el más difícil, y claro que es difícil (¡es agotador!), pero a la vez es transformador.
Creo que aún no soy consciente totalmente del cambio que estoy viviendo como persona, pero sé que ese cambio está ahí. Soy mucho más sensible al mundo que me rodea, me preocupa el futuro, no solo el mío, sino el de mi hija y las generaciones futuras, el del mundo del futuro que es en el que vivirá mi hija. Por supuesto, mis preocupaciones personales han pasado, de momento, a un segundo plano, y ahora simplemente trato de vivir el día a día con mi hija.
No puedo evitar sentirme 'enamorada' de mi hija, cuando hace un puchero o me brinda una sonrisa parece que el mundo se para, que no existe nada más y la felicidad inmensa que experimento es indescriptible. Tenerla en brazos o darle de mamar me aporta una especie de fuerza sobrehumana para tomar decisiones y seguir adelante. Sé que ahora, como mamá, soy una persona más fuerte y poderosa, sé también que tengo una responsabilidad ante mí de por vida, pero es una responsabilidad tan gratificante que a la vez agradezco cada día por tener la oportunidad de poder vivirla y asumirla de manera consciente.
Quizás, si tuviera que expresar con una o dos palabras lo que para mí ha significado la maternidad podría decir ternura y fortaleza. Y ahora entiendo el poder de la ternura y lo increíblemente fuertes que podríamos ser como sociedad si nuestra convivencia se basara en muchos de los sentimientos y transformaciones que la maternidad aporta…
Por todo esto, este año celebraré con ilusión el Día de la Madre. A pesar de que seguramente tenga que ser en casa, porque quizás no podremos salir aún, a pesar de todo lo que está pasando en el mundo, lo celebraré como forma de reivindicar esa naturaleza de la maternidad, que podría transformar el mundo en un lugar mejor.
Gracias hija por enseñarme a amar desde el poder de la ternura, ¡gracias por llegar a mi vida!
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