Conducta

6 señales de heridas emocionales en los niños y qué cicatrices dejan

6 señales de heridas emocionales en los niños y qué cicatrices dejan

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¿Qué ocurre cuando te cortas o te haces una rozadura? Se te hace una herida que duele o, al menos, molesta. A veces sangra, pero también puede hacer un moratón o dejar la piel enrojecida. En ocasiones, basta con esperar unos días y esta herida habrá desaparecido. Sin embargo, cuando el daño es muy grande, queda una cicatriz que nos acompaña para siempre. Algo parecido ocurre a nivel emocional. Hay ciertas señales que deberían alertarnos de que los niños podrían estar sufriendo ciertas heridas emocionales.

Para conocer más estas lesiones emocionales, que pueden dejar ciertas cicatrices que permanecen más allá de la infancia, hemos hablado con la psicóloga Dafne Cataluña, fundadora del Instituto Europeo de Psicología Positiva.

Las heridas emocionales son un dolor que tanto los padres como los niños pueden experimentar por un daño psicológico que se ha producido. A menudo, este daño no es intencionado. Sin embargo, estas muestras acaban produciendo en aquel que las sufre una pequeña lesión a nivel emocional que puede acabar teniendo consecuencias en su forma de percibir el mundo que le rodea o, incluso, de percibirse a sí mismo.

Para saber si nuestros hijos han sufrido una de estas heridas emocionales, debemos estar atentos a algunas señales que deberían agudizar nuestra sensibilidad. Estas son algunas de ellas:

1. Manifiestan rebeldía
A menudo, nuestros hijos nos pueden sorprender con un comportamiento disruptivo que no se corresponde al estado emocional que esperamos. La rebeldía, cuando aparece de repente, puede ser la manifestación de que algo le está ocurriendo a un niño.

2. Muestran rabia o enfado continuo
Otros niños, sin embargo, suelen acudir a la rabia o al enfado cuando no se encuentran bien emocionalmente. Esto significa que están mucho tiempo de mal humor o, incluso, pueden llegar a tener arranques de ira.

3. Están más tristes
Otra de las emociones habituales que los niños pueden manifestar y que deben hacernos estar alerta es la tristeza. En estos pequeños, empezamos a notarles alicaídos o apenados.

4. Parecen más retraídos
Por otro lado, un síntoma que nos debe preocupar es apreciar que nuestros hijos o hijas están más retraídos o que no se atreven a hacer cosas que antes hacían ellos solos.

5. Hablan menos
Algunos niños, cuando no se sienten bien en un plano emocional, tienden a perder las ganas de hablar. Se comunican menos con sus padres, pero también con otras figuras cercanas como los amigos o los compañeros de clase. En los casos más graves, se pueden producir casos de mutismo selectivo o absoluto, es decir, que los niños hablan solo con ciertas personas o dejan de hablar por completo.

6. Tiene miedo de experimentar cosas nuevas
En algunos casos, los niños pueden llegar a mostrarse inseguros y con poca confianza en ellos mismos. Esto provoca, por ejemplo, que no se atrevan a experimentar cosas nuevas o que se queden un paso atrás por no sentirse capaces.

¿Y cuáles son las heridas emocionales más frecuentes en los niños? ¿Las que más preocupan a los padres?

- La sensación de abandono en los niños
Son muchas las situaciones en las que los niños pueden experimentar sensación de abandono (y no siempre se debe a un modelo familiar en el que el padre o la madre está ausente): porque sus padres tienen que ir a trabajar, porque se ha quedado en el colegio, porque echan de menos a los abuelos... Y es que los niños interpretan la realidad a su forma, siempre dependiendo de su edad y sus experiencias.

Esta sensación puede dar lugar a una herida emocional que resulta complicada de manejar y que, a menudo, se traduce en rabia o enfado. Debemos acompañar a los niños en estas emociones, ya que podrían acabar provocando cicatrices que permanecen en la edad adulta en forma de dependencia hacia otras personas o, incluso, rasgos límites de la personalidad.

- La falta de afecto y cariño en la infancia
El hecho de que un niño no se sienta querido puede ocasionarle una herida emocional que permanezca en su vida como adulto. No podemos olvidar que hay dos factores esenciales que deben estar presentes en la crianza para que se produzca un desarrollo psicoafectivo sano: el amor incondicional y los límites.

Cuando el niño no se siente querido por sus figuras de apego, no puede desarrollar su autoestima y la seguridad. Y solo podrá sentir que es 'una persona valiosa', cuando aquellos que le quieren lo hacen de forma incondicional.

- Los miedos de los niños pueden causar heridas emocionales
El miedo es una emoción adaptativa y frecuente en los niños. Y, aunque los pequeños necesitan cierto espacio para explorar y conocer lo desconocido, también necesitan sentir apoyo y acompañamiento por parte de sus padres.

El hecho de que nuestros hijos o hijas empiecen a tener miedo de algo nuevo, o que recuperen ciertos temores que ya habían superado, puede ser un indicador de que algo puede estar ocurriéndoles a nivel emocional. Dado que a los niños les suele costar verbalizar sus miedos, es nuestra tarea estar pendientes y proponerles distintos recursos (teatralizaciones, juegos con muñecos, etc.) para llegar a conocer qué le está sucediendo y, de esta forma, evitar que los miedos se conviertan en heridas emocionales.

- Las humillaciones o 'bromas' hacia los niños
A veces, a modo de broma, los padres hacemos 'gracias' sobre, por ejemplo, un rasgo físico de nuestro hijo o un aspecto de su forma de ser. Sin darnos cuenta, esto se puede llegar a convertir en una humillación para los más pequeños que también puede convertirse en una lesión emocional. Por ello, nunca se debe apelar a la broma o el sentido de humor si esto denigra a la otra persona. Debemos buscar siempre un sentido del humor constructivo.

A veces, los padres arrastramos una serie de heridas emocionales que sufrimos en nuestra infancia y que, a día de hoy, se han convertido en cicatrices. Estas pueden influir en nuestra forma de educar a nuestros hijos en dos sentidos:

- Podemos repetir los patrones que vivimos en nuestra infancia de forma inconsciente. Por ejemplo, volvemos a ser padres autoritarios porque eso es lo que vimos, a su vez, en nuestros padres.

- Podemos acudir al otro extremo. Por ejemplo, somos los padres más permisivos dado que no queremos que nuestros hijos sufran el autoritarismo que nosotros vivimos en la infancia.

Pero, debemos reflexionar, ¿es alguna de estas posiciones la más conveniente para la educación y crianza de nuestros hijos? Se trata de hacer un ejercicio de autoobservación y autoevaluación para construir así una base que aporte seguridad y amor a nuestros hijos.

Además, no debemos temer el pedir ayuda de un profesional si lo creemos adecuado. Como indica Dafne Cataluña, el simple hecho de que nuestra comunicación o nuestro clima en casa no fluya como a nosotros nos gustaría, puede ser una señal que nos anime a acudir a terapia. De esta forma, conseguiremos poner solución a los problemas antes de que ocurran.

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