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La epilepsia es un trastorno intermitente del sistema nervioso, que afecta a 1 % de los niños y que se caracteriza por crisis o convulsiones. La mayoría de los niños afectados por esta enfermedad pueden desarrollar una vida 'normal y sana'. Aunque su nombre pueda impresionar a muchos padres, la mayor parte de las epilepsias infantiles tienen buena evolución y obedecen al tratamiento.
Es una enfermedad neurológica en la que la acción de unas descargas eléctricas afecta a las neuronas cerebrales de los niños, desencadenando las llamadas crisis epilépticas. Estos ataques pueden obedecer a factores hereditarios, enfermedades infecciosas como la meningitis y la encefalitis, problemas en el embarazo o traumatismos craneales.
El cerebro está formado por células llamadas neuronas, que se comunican entre sí mediante impulsos eléctricos. Dichos impulsos hacen que realicemos movimientos voluntarios o recibamos sensaciones procedentes del mundo que nos rodea.
Las crisis epilépticas se producen por descargas desorganizadas de impulsos eléctricos en grupos de neuronas. Si la alteración de las neuronas está localizada en un lugar del cerebro suele dar lugar a crisis focales.
Cuando existe una excitabilidad general del cerebro en su conjunto, da lugar a crisis generalizadas, en las cuales no se suele encontrar una anomalía evidente en el cerebro y posiblemente sean debidas a una anomalía en la regulación de la comunicación de las células cerebrales, tal vez hereditaria, de origen genético.
Es importante saber que muchos de los episodios aparentemente críticos no son epilepsias. Las convulsiones febriles o los espasmos del sollozo no entran dentro de la epilepsia. Un niño tiene epilepsia cuando:
- Padece de dos o más crisis convulsivas sin factores desencadenantes claros (fiebre, por ejemplo).
- Pierde el conocimiento, presenta ausencias breves o suspensiones momentáneas de la actividad consciente manifestadas de forma reiterada.
- Presenta contracciones musculares violentas, con sacudidas de uno o varios grupos de músculos.
- Presenta alteraciones bucales, náuseas o sudoración excesiva, acompañadas de movimientos anormales.
Para poder diagnosticar una crisis epiléptica correctamente es imprescindible, como se explica en el informe 'Epilepsia en la infancia y en la adolescencia' realizado por P. Tirado Requero, M. Alba Jiménez, del Servicio de Neurología infantil del Hospital Universitario La Paz (Madrid), 'conocer cuáles son las diferentes manifestaciones clínicas con las que pueda cursar una crisis y así poder hacer un adecuado diagnóstico diferencial con otros cuadros clínicos de diferente valor pronóstico'.
La epilepsia tiene tratamiento y los nuevos medicamentos mejoran la calidad de vida de los afectados por la enfermedad. Afortunadamente, la mayoría de los niños que la padecen pueden ser controlados con la medicación antiepiléptica.
Excepcionalmente, se presentan crisis resistentes a múltiples tratamientos y, en ocasiones, necesitan enfoques diferentes como cirugía, un tipo de dieta que recomendará el médico o la implantación de un marcapasos en el nervio vago. Deben evitarse los factores que se sabe desencadenan un ataque en un niño determinado, tales como la televisión, videojuegos o luces de discoteca.
Algunos casos de epilepsia infantil se resuelven por sí solos con el paso del tiempo, mientras la mayoría necesita tratamiento. Para confirmar un diagnóstico de epilepsia es necesario que se haga un electroencefalograma, un escáner y una resonancia.
Los medicamentos pueden controlar las crisis epilépticas en la mayoría de los niños. Normalmente, se comercializan en forma de comprimidos, jarabe o cápsulas. Es posible que el niño tenga molestias de estómago durante los primeros días o semanas al comenzar el tratamiento. Cualquier molestia que sienta el niño durante este periodo debe ser comunicada al médico.
Son muchos los factores que pueden provocar crisis epilépticas en niños. En 7 de cada 10 casos no se puede identificar causa alguna, en el resto se pueden descubrir:
- Problemas del desarrollo cerebral durante el embarazo.
- Falta de oxígeno durante o después del parto.
- Traumatismos craneoencefálicos.
- Tumores cerebrales (poco habituales en niños pequeños).
- Una convulsión febril muy prolongada.
- Encefalitis o meningitis.
- Casos de epilepsia en los familiares.
Aparte de eso, en la aparición de un ataque de epilepsia infantil pueden influir los cambios de tiempo, los cambios de ciclos lunares, la falta de sueño y las alteraciones en el descanso nocturno, factores todos ellos que incrementen las posibilidades de sufrir una crisis en niños ya predispuestos a esta enfermedad neurológica.
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