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El asombro y la sorpresa son emociones que surgen cuando nos encontramos o nos sucede algo inesperado. Además, son dos emociones muy importantes para el desarrollo y el aprendizaje de los niños. Es misión de los padres educar en la sorpresa y el asombro a los niños para estimular la curiosidad y las ganas de aprender de sus hijos. Pero, ¿cómo lo podemos lograr?
Pero, ¿es la sorpresa una emoción? Efectivamente, además, podríamos hablar de que se trata de la más breve de todas, la que menos dura. Y es que a veces surge de repente y desaparece con la misma rapidez.
Por otro lado, se puede considerar que la sorpresa es una emoción neutra, ya que deriva en otra emoción negativa o positiva. Si por ejemplo voy por la calle caminando y al doblar una esquina me topo con una amiga que no veo hace mucho tiempo mi reacción será primero de sorpresa y luego de alegría, sin embargo, si a la vuelta de esquina me encuentro un león, la reacción después de la sorpresa será el miedo.
La sorpresa nos activa y nos hace reaccionar en función de la emoción en la que derive. Si me sorprendo por algo inesperado pero positivo (de pronto empieza a salir agua del suelo) mi reacción tal vez sea la curiosidad, de acercamiento (¿cómo ha ocurrido?) pero si me sorprende algún peligro, como en el caso del león, mi reacción sea de huida. En ambos casos, el hecho de sorprenderme me ha llevado a reaccionar de una determinada manera.
Nos asombramos cuando vemos algo por primera vez, cuando nos ocurren cosas que no esperábamos, cuando aprendemos algo o conseguimos hacer algo que creíamos muy difícil, cuando algo fuera de lo normal ocurre. Incluso, cuando nos dicen algo que no esperábamos oír.
El asombro y la sorpresa están muy ligados a la curiosidad y las ganas de aprender. La sorpresa facilita que la atención se active, que aparezcan conductas de exploración y de investigación, y dirige nuestros procesos cognitivos (memoria, concentración, atención...) a la situación que se ha presentado.
Cuando los niños son muy pequeños y empiezan a descubrir el mundo, todo es nuevo y la sorpresa aparece fácilmente. Por ejemplo, cuando empiezan a emitir los primeros sonidos se sorprenden a sí mismos, y sorprenden a los demás, que reaccionan a esos sonidos, y eso les lleva a seguir haciendo esos ruidos que más tarde darán lugar al lenguaje.
O cuando un niño se hace preguntas sobre el mundo (por qué vuelan los pájaros, por qué llueve hacia abajo...) está dejándose asombrar por lo que le rodea, asombro que dará lugar a preguntas y a nuevos aprendizajes. No podemos olvidar que la emoción tiene un papel importantísimo en el aprendizaje.
La pedagoga María Montessori hizo énfasis en la importancia del asombro en el aprendizaje de los niños, ya que el motor de la motivación del niño es el asombro. Como lo afirma Catherin L'Ecuyer (2012), autora del libro 'Educar en el asombro', la capacidad del niño para pensar en cosas imposibles es maravillosa, por lo tanto, el asombro es un mecanismo innato en él.
Los padres, maestros y profesores jugamos un papel muy importante en la capacidad de asombro de los niños. De nuestras acciones depende en muchas ocasiones que el niño mantenga esa curiosidad innata o la vaya perdiendo. Vivimos en un mundo que va tan rápido a veces, y está tan cargado de estímulos, que los niños no tienen tiempo para pararse a observar el mundo que les rodea, no hay tiempo para aburrirse y hacerse preguntas y cuando se las hacen, muchas veces son las respuestas de los adultos las que cortan esa curiosidad innata.
Es cierto que hay niños más curiosos que otros, pero todos son curiosos por naturaleza y es importante respetar esa naturaleza, que pasa por respetar los ritmos de desarrollo de cada niño y sus estilos de aprendizaje. También es importante recuperar la calma en la vida de los niños, sin olvidar algo muy importante, no darles todo hecho.
Por lo tanto, el papel de los adultos que rodean al niño es fundamental, acompañarles en su crecimiento, proporcionando entornos que faciliten el descubrimiento.
Algunas ideas o consejos para introducir el asombro en nuestras vidas pueden ser:
1. Respetar los ritmos evolutivos de cada niño y sus tiempos
Pero sobre todo respetar al niño en su forma de ser y de aprender.
2. Evitar la sobrecarga de estímulos
El exceso de estímulos sensoriales que nos rodean puede llegar a saturar a los niños y no deja que se paren a pensar. Por ejemplo, cuando huelo algo por primera vez, ese olor hace que me pare, que cierre los ojos, que busque la fuente del aroma... Sin embargo, si estoy rodeado de olores, sonidos o imágenes, no hay oportunidad para pararse hacerse preguntas sobre ellos. Por lo tanto hay que tratar de no sobreestimular a los niños y ofrecer momentos de tranquilidad a los niños.
3. Fomentar la curiosidad en los niños
Los niños, sobre todo cuando son pequeños, no paran de preguntar y preguntar sobre el mundo (¿por qué las gallinas ponen huevos?, ¿por qué las estrellas brillan?, ¿por qué, por qué, por qué?).
Ante estas preguntas muchas veces los padres damos respuestas cerradas o demasiado racionales, para satisfacer toda curiosidad y de una sola vez. Pero si en lugar de responder directamente a ellas, empleamos esas preguntas para que los niños busquen las respuestas, facilitamos y favorecemos esa curiosidad, clave para el aprendizaje en los niños.
4. Proporcionar tiempo de juego en los niños
Y este juego debe ser creativo, libre y no estructurado, es decir, dejar que jueguen a su aire, con materiales sencillos, dejando vía libre a la imaginación.
Además, podemos proponerles distintos juegos a los niños con los que trabajar las emociones como la sorpresa. Por ejemplo, en 'Propuesta educativa para trabajar las emociones básicas en la Educación Infantil' (de Naia Armesto para la Universidad Internacional de La Rioja, España) nos sugieren un divertido juego que consiste en contar a los niños que, desde un planeta lejano, han llegado unos mensajes que debemos descifrar. Estos mensajes son, cuanto menos, sorprendentes. Una forma ingeniosa de que los niños se sorprendan y comprendan qué significa la emoción de la sorpresa.
5. Fomentar la lectura
Los libros, además de fuente de conocimientos, son una puerta abierta a la sorpresa, a la imaginación... Podemos jugar a leer libros y cambiarles el final o animar a nuestros hijos a escribir sus propios cuentos.
6. Acompañar a los niños
En definitiva, se trata de acompañar a los niños en su propia manera de descubrir el mundo, ver con sus ojos y darles la oportunidad de descubrir el mundo por ellos mismos.
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