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Vivimos en un mundo en el que pocas cosas nos asombran; cuanto más mayores nos hacemos menos sorpresas nos llevamos. Son pocas las circunstancias que nos sorprenden (es cierto que tenemos más tiempo vivido), pero ¿y los niños y niñas de hoy en día?, ¿muestran sorpresa ante ciertas situaciones?, ¿se asombran con facilidad? Te contamos cómo aprovechar el factor o efecto sorpresa en casa o clase para mejorar el aprendizaje de los niños, según su edad.
El factor sorpresa es fundamental en las primeras edades para iniciar a los niños y niñas en la investigación, el querer conocer y aprender más, es un sentimiento que como adultos debemos de cuidar y mantener en la vida de los más pequeños.
Cuando sentimos una sorpresa toda nuestra atención se centra en ella. Al ser algo inesperado nuestro cuerpo no sabe cómo reaccionar, a veces lo hace de manera positiva y otras negativa, en función de si la sorpresa es agradable o desagradable.
Es un sentimiento relativamente corto, ya que inmediatamente pasa a otro sentimiento: alegría, tristeza, enfado, etc. Estos son sentimientos derivados del asombro. Pero, igual que ocurre con estas otras emociones, tanto los padres como los maestros debemos tenerla en cuenta en nuestra crianza y educación.
Además, tal y como señala el informe 'Las emociones' de la AECC la sorpresa se relaciona con el sobresalto, con el asombro, incluso a veces con el desconcierto. Es un tipo de emoción que nos invita a aproximarnos a aquello nuevo que está ocurriendo para conocer más sobre ello y saber cómo reaccionar ante la nueva circunstancia.
La mayoría de los niños y niñas de hoy en día viven sobreestimulados, apenas se sorprenden o asombran. ¿Qué quiere decir esto? Son menores que pasan un alto número de horas pegados a algún aparato tecnológico con o sin acceso a Internet (móvil, tablet, televisión...). Estos aparatos emiten una gran cantidad de imágenes y sonidos por minuto, imposibles de realizar en la vida real, por lo que para ellos la vuelta a la realidad es aburrida, se impacientan con facilidad y les desmotiva.
Pongamos un ejemplo: un niño o niña de 6 años debe de plantar en su casa legumbres dentro de un recipiente de yogur con agua y algodón, para observar todas las fases por las que pasa hasta que sale la planta. Este proceso puede durar varios días, pero nos encontramos con que el niño o niña quiere que la planta nazca ya o ya ha buscado por Internet que es lo que ocurrirá. En vez de dejarse sorprender, se ha anticipado.
Es tarea del adulto mantener vivo el sentimiento de sorpresa en las primeras edades, no facilitando inmediatamente todo aquello que deseen, mostrándoles más la realidad de la vida real que a través de una pantalla, dejándolos sorprenderse por sí mismos...
La sorpresa tiene muchos beneficios en las primeras edades, como pueden ser:
- Favorecer el impulso para investigar, querer conocer o aprender nuevos conocimientos, ser más curiosos.
- Aprender a gestionar las emociones derivadas de la sorpresa.
- Conocer mejor a los niños y niñas, si la sorpresa ha sido positiva o negativa.
La sorpresa es un recurso fantástico a la hora de recibir la atención de los niños y niñas. Es un medio muy recurrente dentro de las aulas y que igualmente puede trasladarse a los hogares. Según la edad de los niños y niñas, sus gustos, sus inquietudes, podremos sorprenderlos por multitud de cosas:
1. Niños y niñas de 0 a 3 años
A esta edad casi todo sorprende a los niños, ya que su instinto los lleva a querer investigar y conocer todo lo que tienen a su alrededor: sonidos, imágenes, objetos móviles, sabores, etc. Es un rango en el que no verbalizan con claridad sus emociones, pero es muy visual, ya que son capaces de gesticularlas todas.
2. Con los niños y niñas de edad entre los 3 y los 6 años
Es la mejor edad para utilizar el efecto sorpresa como medio para aprender. Basta con disfrazarse un día en clase o en casa si queremos transmitir algún conocimiento para que el niño o niña quiere conocer más y más, por ejemplo: disfrazarse de espantapájaros.
En este caso, le podemos proponer al niño o niña que averigüe de qué vamos vestidos. De esta forma, comenzamos con el aprendizaje que queramos llevar a cabo (enseñanza del huerto, animales del campo, etc). En estas edades todos los menores son capaces de verbalizar lo que han sentido con la sorpresa.
3. La sorpresa en tus hijos o alumnos de 6 a 9 años
En este rango de edad aún muchos niños y niñas guardan esa inocencia y no es tan difícil hacerlos sorprender. Podemos hacerlo tanto por la vía de la edad anterior como de la edad posterior. Es una edad clave en el aprendizaje y debemos buscar recursos para atraer su intención y motivación ante los nuevos conocimientos y la sorpresa es uno de esos recursos imprescindibles.
Por ejemplo, para enseñar los huesos del cuerpo humano podemos sorprenderlos con la llegada al aula de un esqueleto o podemos hacer nosotros mismos una maqueta DIY. O si vamos a hablar de minerales o rocas, sería una muy buena opción tener en clase varias muestras de estos. Seguro que se asombran y conseguimos llamar su atención.
4. Edad a partir de 10 años
Como en estas edades ya controlan perfectamente la tecnología, la mejor manera de que un niño o niña se sorprenda es que la viva 'in situ'. Es decir, si nuestro hijo o hija tiene que hacer un trabajo sobre la Edad Media es mejor llevarlo a algún castillo que tengamos cerca antes de darle el ordenador. Visitando el castillo aprenderá, observará y se asombrará mucho más (ya que quizás ha sido una experiencia que nunca ha vivido).
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