Conducta

Que los niños tengan vergüenza no es malo pero deben saber gestionarla

Que los niños tengan vergüenza no es malo pero deben saber gestionarla

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Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sentido de vergüenza o timidez. Dependiendo de la situación que se produzca, ha sido más o menos desagradable, pero gracias a las herramientas que hemos adquirido según hemos ido creciendo, hemos sabido reaccionar. Que los niños sientan vergüenza no es malo, pero debemos enseñarles a gestionarla según su forma de ser.

La vergüenza es una emoción secundaria que genera una sensación desagradable cuando la sentimos y que está presente, tanto en los adultos como en los niños, cuando hacemos una evaluación negativa de nosotros mismos.

Suele aparecer en las interacciones interpersonales y por ese motivo, también hablamos de la vergüenza como una emoción social, tal y como explica la profesora de psicología Itziar Etxebarria en su libro 'Las emociones autoconscientes: culpa, vergüenza y orgullo'.

La vergüenza es esa sensación que, en castellano, denominamos 'Tierra, trágame'. Experimentamos el deseo de desaparecer o escondernos interrumpiendo lo que estábamos haciendo, generando confusión y torpeza al hablar e incluso, adoptando una postura de encogimiento del cuerpo como si quisiéramos desaparecer de la mirada ajena.

Esta emoción está presente en los niños y se hace más evidente a partir de los 18 a 24 meses cuando empiezan a interaccionar más a nivel verbal con otras personas y comienza como una respuesta afectiva.

Cuando los niños son pequeños, la vergüenza aparece con mayor frecuencia cuando tienen que interaccionar con una persona desconocida o familiar al que ven con poca frecuencia. Los adultos solemos acercarnos a los más pequeños para preguntarles o hacerles algún comentario con total tranquilidad y entusiasmo, pero la reacción de los niños y las niñas más tímidos suele ser esconderse detrás del adulto, encorvar el cuerpo o agachar la mirada.

Al final, tenemos que saber que todas las emociones tienen una función y en este caso, la función que tiene la vergüenza es la de proteger nuestro 'yo' (nuestro autoconcepto). El hecho de exponernos delante de otras personas o equivocarnos delante de otros, supone poner en riesgo nuestro autoconcepto y generar una situación incómoda porque creemos que los demás nos evalúan y nos juzgan.

Por ello, otra situación que, acabamos de mencionar y que genera mucha vergüenza a los niños, es cometer algún error que consideran infantil o ridículo. Como por ejemplo, tener un escape de pis o caca cuando a sus compañeros no le ocurre, equivocarse en algún juego o tarea cuando el resto de niños lo han hecho bien o le dicen que es muy fácil ('¿Todavía no lo has terminado? Pero si es muy fácil...'), caerse o tropezarse delante de otras personas, etc.

O cuando otras personas se ríen por algún comentario o gesto gracioso que acaba de hacer, pero él o ella no son conscientes y no entienden por qué se ríen.

No obstante, estas situaciones dependen de la personalidad de cada niño o niña. Hay niños más extrovertidos que no muestran problemas en interaccionar y hablar con otras personas desconocidas. Incluso, lo hacen como si les conocieran 'de toda la vida'. O cometer un 'error infantil' como un escape de pis o ver que otros se ríen por algún comentario que ha hecho él mismo, lo consideran gracioso y se ríen como los demás.

Por lo que, hay que destacar que estas situaciones son en términos generales y que la respuesta a ellas, dependerá de la personalidad y experiencia de cada niño o niña.

Experimentar vergüenza no es malo. La vergüenza es una emoción natural que nos acompaña durante toda la vida y que tiene una función adaptativa. Por ello, no podemos controlarla ni eliminarla. Igual que el resto de emociones, deben aprender a gestionarla para reforzar la confianza en sí mismos y evitar que esta aparezca de forma intensa interfiriendo en su vida diaria.

Los niños no nacen sabiendo cómo gestionar su timidez. Por ello, los padres y los maestros debemos darles las herramientas y recursos que necesitan para saber cómo enfrentarse a esta forma de sentirse. Para ello, y como hemos mencionado antes, debemos tener en cuenta la forma de ser de los niños, ya que cada pequeño necesita un tipo de ayuda.

En cualquier caso, a continuación os proponemos algunos recursos que os podrían resultar muy efectivos.

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