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¡No andes descalzo! Cuántas veces habremos intentado que nuestros hijos se pongan las zapatillas y no estén por la casa corriendo descalzos. Frente a nuestra preocupación porque los niños cojan un resfriado si andan descalzos se sitúa la querencia de los niños a quitarse el calzado.
Y en este caso nuestros niños llevan la razón. El calzado limita sus posibilidades y capacidades, mientras andar descalzo presenta muchos beneficios para ellos a nivel físico y emocional. No se trata de llevarles al colegio descalzos o que vayan a jugar al parque sin calzado, pero en casa, en la playa o en un jardín, andar descalzos les puede beneficiar.
Desde un punto de vista evolutivo el calzado resulta un impedimento para el desarrollo del pie y de sus funciones. Está claro que los niños necesitan el calzado para protegerse del frío y evitar heridas y rozaduras en el pie. Y es cierto que ya no vivimos en la época de la cavernas. Pero algo hay de instintivo en esa tendencia de los niños a andar descalzos.
Los padres nos mostramos reticentes a que los niños anden descalzos, pero la verdad es que se trata de un gesto que favorece la formación del arco del pie en los niños más pequeños, con lo que se pueden evitar problemas como el de los pies planos. Si además de andar descalzo, el niño realiza ejercicios caminando sobre los dedos y sobre el talón alternativamente, el desarrollo del pie se verá fortalecido.
Andar descalzo también tiene beneficios sobre el desarrollo muscular en la zona del pie y del tobillo. De esta manera el niño estará más protegido frente a las típicas lesiones derivadas del deporte infantil o de los juegos como son los esguinces o las torceduras. Siempre y cuando tengamos controlada la superficie sobre la que caminan descalzos, quitarse los zapatos es un gesto de salud para cualquier niño.
También se observan muchos beneficios emocionales de andar descalzos y el principal es esa sensación de libertad que experimentan en cuanto se quitan el calzado. En realidad, el calzado aprisiona el pie y las mujeres que llevan tacones conocen perfectamente esa sensación liberadora de quitarse los zapatos. Con los niños pasa igual.
Caminar descalzo por la playa o por un jardín ayuda también a desarrollar los sentidos del niño, que es capaz de descubrir más experiencias sensitivas con los pies en contacto directo con la naturaleza. No podemos reprimir la sensibilidad táctil de los pies de los niños, calzándoles todo el rato. Al pisar en el césped u otro tipo de superficie, los niños estarán probando sensaciones de temperatura, texturas, etc., que favorecen a su desarrollo psicomotor. Es importante que el pie del niño tenga contacto con superficies irregulares para que se estimulen las sensaciones cinestésicas y los reflejos posturales y de equilibrio.
No se trata de desterrar el calzado del armario de los niños, porque es evidente que los necesitan. Pero sí podemos olvidarnos de ciertos prejuicios y atender a las verdaderas necesidades que vienen dictadas por el propio cuerpo.
Segundo la guía práctica para padres de la Asociación Española de Pediatria (AEP), los pies de los bebés tienen una grasa en la planta, que poco a poco va desapareciendo para formar el arco o el puente del pie. Y es a partir de este momento hacia los 18 meses, cuando los expertos aconsejan empezar a calzar a los niños.
En cuanto a cómo debe ser el calzado, la AEP nos da 6 consejos importantes:
- que sea un calzado que deje libre el movimiento del tobillo. Fijar esta parte de la pierna del niño no le dará más estabilidad, y le hará daño.
- que sea un zapato que no apriete el pie del niño. No se trata de aprisionar el pie. La parte trasera del calzado NO debe ser muy dura o rígida.
- que la suela del calzado sea flexible y antideslizante, de un espesor de entre 3 y 5 mm. Para que el pie del niño tenga libertad de movimientos, la parte delantera del calzado debe poder ser doblada con las manos con facilidad.
- que la punta del calzado sea redonda y ancha para permitir que los dedos se muevan por dentro.
- que el calzado sea de un material natural como piel o cuero, si posible, ya que permite a los pies transpirar mejor, y que no huelan mal.
- que su cierre sea con velcro para que sea más fácil para los niños aprender a ponerlo o quitarlo.
IMPORTANTE: se desaconseja el uso de sandalias de goma o plásticas, las chanclas, los zuecos u otros calzados de moda, que no ofrece sujeción al pie del niño ni seguridad.
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